11 de junio de 2007

Antología del terror electromagnético (2)

A propósito de esto. Y de esto, o de esto...

(Cortesía de Jesus and Mo. Devuélvales el favor visitándoles; merece la pena).

8 de junio de 2007

Innovando el caciquismo

Lo cuento como me lo han contado. En concreto, dos fuentes independientes, además de alguna otra mención que he encontrado en Internet; quizá no baste para dar la historia como confirmada, pero si además tenemos en cuenta lo que se sabe del personaje creo que la podemos calificar como más que probable.

Ocurrió tras las inundaciones que el pasado 23 de mayo afectaron a diversas poblaciones de Castilla-La Mancha y Andalucía. Y fue en uno de estos pueblos donde, a las pocas horas de la catástrofe, el protagonista de la historia (a la sazón el alcalde) se recorrió las viviendas más dañadas repartiendo una ayuda de mil euros por familia, "para los gastos más urgentes".

Un gesto de generosidad que, por supuesto, tuvo su premio: el día 27 el alcalde resultó reelegido por amplia mayoría.

Y, una vez reelegido en su cargo, el buen hombre volvió a recorrer las zonas afectadas. Sólo que esta vez no venía a repartir dinero, sino a recogerlo: casa por casa, explicó a las familias que aquella ayuda que dió justo antes de las elecciones era sólo un préstamo. Y que, por supuesto, tenían que devolvérselo.

Siempre había oído historias acerca de la compra de votos. Pero es la primera vez que me entero de alguien que ni siquiera los compra: sólo los alquila.

4 de junio de 2007

Antología del terror electromagnético

Si algún día se escribiera una antología de los relatos que buscan meternos miedo con eso de los campos electromagnéticos... bueno, no, no creo que los artículos que firmaba ayer Solange Vázquez en El Correo ocupen un lugar destacado. Pero no será por falta de intención, vamos.

Y es que miedo, lo que se dice miedo, no consiguen meter mucho, pero lo intentan, vaya. Y con ganas.

Y si no fíjense ustedes en el título del primero de ellos: "Fugitivos de las ondas", nada menos. Titular que sirve de presentación a la historia de varios enfermos de la llamada "hipersensibilidad electromagnética", dolencia que les ataca cuando se encuentran en presencia de luces fluorescentes, hornos microondas, líneas de alta tensión y, por supuesto (¿cómo iba a faltar el Coco Malo a la cita?) teléfonos móviles.

En honor a la verdad, Solange Vázquez nos recuerda en su artículo que la cosa no está del todo clara. En concreto dice que

[La OMS destaca que]«la mayoría» de los estudios no ha alcanzado la evidencia científica de que los 'hipersensibles' reaccionen al ser expuestos a ondas. «Yo no tengo ninguna duda de que los síntomas son reales, pero no parecen relacionados con los campos electromagnéticos. Nadie sabe qué demostrarán futuras investigaciones», declaró a este periódico el profesor Anders Ahlbom, del Instituto Karolinska sueco, institución que participa en la elección de los Nobel de Medicina. Por su parte, Joseba Zubia, catedrático de Comunicaciones Ópticas de la Universidad del País Vasco, cree que «la gente se sugestiona» y atribuye su enfermedad «al miedo» que desde siempre ha generado la irrupción de nuevas tecnologías.


La pena es que a continuación eche por tierra esa precaución para contarnos que

Otros expertos, en cambio, sostienen que hay personas especialmente sensibles a los campos electromagnéticos -formados por radiaciones de la telefonía móvil, el Wi-Fi y las líneas de alta tensión, así como las emisiones de aparatos y electrodomésticos- que se han convertido en auténticas 'antenas humanas' y sufren los efectos de las ondas. Ni siquiera a nivel geográfico existe el mínimo atisbo de consenso: mientras que en España aún no se ha reconocido legalmente esta dolencia, en países como Suecia, Suiza, Italia, Rusia, China, Nueva Zelanda y Bélgica han legislado medidas preventivas. Así, la electrosensibilidad está reconocida en Suecia como enfermedad orgánica incapacitante
.

De hecho, para el doctor Fernández Sola, citado también en el artículo, la explicación de que sólo unas pocas personas padezcan esta enfermedad se encuentra en que

«(...) no todo el mundo aguanta igual las cosas -matiza Fernández Solá-. El número de campos electromagnéticos ha aumentado mucho en los últimos años, lo que ha propiciado que aparezcan casos de hipersensibilidad, cuyos síntomas son parecidos al resto de las alergias: irritaciones cutáneas, de garganta, de piel, problemas respiratorios, náuseas, vómitos, diarrea Y, en ocasiones, migrañas, insomnio, incluso fibromialgia y fenómenos neurológicos más graves. Por ejemplo, hay afectados que pasan por debajo de una línea de alta tensión y se desorientan totalmente».


En definitiva, se trata de una enfermedad real y con unos terribles efectos que los afectados -cuyos testimonios ocupan la mayor parte del artículo- y diversos expertos -citados en este y los otros escritos de Solange Vázquez, como veremos- se encargan de atribuir con poco margen para la duda a los campos electromagnéticos.

Lo cual, a la vista de los datos que existen sobre la enfermedad, no es cierto.

Vamos por partes. La hipersensibilidad a los campos electromagnéticos existe, ciertamente, como enfermedad reconocida por la Organización Mundial de la Salud. Sus síntomas son, como dice la propia OMS, bastante inespecíficos, aunque por lo general quienes la padecen hablan de fatiga y estrés, dolores de cabeza, comezón en la piel, pérdidas de memoria o insomnio. Y en los casos considerados severos, sin duda puede hacer la vida imposible a las personas que la padecen. De modo que hasta ahí el artículo de Solange Vázquez va bien.

Sólo hasta ahí, porque lo curioso de esta enfermedad es que todo indica que no la causan los campos electromagnéticos.

Se han realizado ya unos cuantos estudios clínicos sobre la enfermedad. Algunos bastante importantes, con varios centenares de pacientes. En algunos se ha sometido a los pacientes a campos electromagnéticos sin que ellos lo supieran, para comprobar si experimentaban un empeoramiento de sus síntomas. En otros se ha procedido al revés: se les ha hecho creer que se les estaba sometiendo a un campo electromagnético "de pega" (por ejemplo, mediante un teléfono móvil simulado), para ver qué pasaba. Y los resultados son demoledores: los teléfonos móviles de pacotilla hacen que los enfermos empeoren notablemente, mientras que los campos electromagnéticos reales, pero emitidos sin que lo sepan los pacientes, no producen absolutamente ningún efecto. Sólo en algunos, muy pocos casos se ha podido determinar una causa real, aunque sin relación con los campos electromagnéticos: al parecer a algunas personas el parpadeo de los tubos fluorescentes o las bombillas de corriente alterna puede llegar a causarles dolores de cabeza. Pero en la mayoría de las ocasiones la enfermedad es real, sí, pero sus causas son pura y simplemente psicosomáticas.

O dicho de otro modo: lo que causa la hipersensibilidad electromagnética no son los campos electromagnéticos, sino el miedo a los campos electromagnéticos.

Miedo fomentado por artículos como los de Solange Vázquez, que en otra de sus columnas (la titulada "Mejor con construcción sostenible" vuelve a asustarnos con la relación entre la lipoatrofia circular, una enfermedad benigna detectada a numerosos trabajadores de grandes empresas (curiosamente, las más afectadas son catalanas: Gas Natural y La Caixa) y que la periodista relaciona sin dudarlo con el llamado "síndrome del edificio enfermo". Dice esta mujer que

El concepto de construcción sostenible, que propone la creación de edificios ecológicos, hechos con materiales reciclados y que protejan en la medida de lo posible a sus habitantes, empieza a ganar peso. Tomas de tierra adecuadamente instaladas y el uso de materiales aislantes y ligeros, por ejemplo, pueden hacer que una persona aquejada de electrosensibilidad sienta síntomas menos acusados. (...)

Es lo que ocurrió a principios de año en la sede de Gas Natural de Barcelona, un flamante edificio recién estrenado que tuvo que ser desalojado temporalmente porque 150 empleados, casi todas mujeres, enfermaron de lipoatrofia semicircular, una extraña dolencia que se manifiesta con una pérdida de tejido graso en la zona superior de los muslos. Esta patología, cuyas causas no están claras, parece estar relacionada con las cargas electrostáticas intensificadas por un mobiliario de materiales inadecuados y por un índice de humedad incorrecto.

Este es el caso de 'edificio enfermo' más llamativo que se ha dado en España en los últimos tiempos, un fenómeno que sobre todo se detecta en construcciones modernas y en lugares donde hay gran cantidad de artefactos tecnológicos, como las sedes de radio y televisión (...).


Tan terrorífico como lo de la hipersensibilidad... y tan erróneo. La lipoatrofia semicircular, de nuevo, es también una enfermedad real. Pero si bien sus causas aún no han sido identificadas con toda seguridad, todo apunta a que su relación con los campos electromagnéticos sólo existe en la imaginación de personas como Solange Vázquez y otros escritores de cuentos de terror. Según parece, la causa más probable de esta enfermedad son microtraumas, pequeños golpes contra el mobiliario. El hecho de que se dé sobre todo en mujeres que trabajan en oficinas obedece a la combinación de factores como el uso de minifaldas y la altura estratégica a la que están colocados los cantos de los escritorios. Y bueno, yo reconozco que ante este panorama prefiero con mucho que se adopten medidas preventivas respecto a los escritorios y no con relación a las minifaldas, pero en todo caso la solución parece ir por ahí, en lugar de ponerse a contratar a algún experto en limpiar la oficina de los malos espíritus... digo, de los malvados campos electromagnéticos.

Experto como el que cita Solange Vázquez en su tercer artículo, "«La electropolución es la plaga del siglo XXI»", que consiste en una entrevista a Carlos M. Requejo, a quien presenta como

uno los pocos expertos en domoterapia -disciplina que estudia los edificios 'enfermos'- que hay en España


Carlos Requejo es responsable de la empresa JCC Gabinete de Asesoría y proyectos de calidad ambiental S.L., nombre larguísimo que abrevian denominándose simplemente "Domótica". Empresa que en su página web nos ofrece asesoría sobre los males de la contaminación electromagnética, la bioconstrucción, la calidad ambiental o la domobiótica, disciplina cuyo carácter científico podemos evaluar si tenemos en cuenta que entre otros aspectos incluye el asesoramiento sobre Feng-shui o geobiología. Vamos, que sólo le falta vender camas piramidales para copar todo el mercado magufo-doméstico.

Así que, en esa línea, Carlos Requejo nos informa cumplidamente de que

Existe algún riesgo con todos los aparatos electrodomésticos, pero, generalmente, son los emisores de microondas digitales, usados en telecomunicaciones, como el teléfono móvil GSM, el inalámbrico tipo DECT, y las redes inalábricas, como Wi-Fi y 'Wi-Max', que en contra de los derechos constitucionales invaden nuestro cuerpo, nuestro cerebro ¿Y la intimidad inviolable del domicilio privado!

Advirtiéndonos además que no nos confiemos: aunque aún no hayamos desarrollado los síntomas de la temible hipersensibilidad electromagnética,

Todos somos sensibles al electromagnetismo en mayor o menor grado, sólo que los casos diagnosticados como electrosensibles son la avanzadilla y muestran síntomas agudos a corto plazo. Pero, si la exposición a estos campos se hace crónica y habitual, acabaremos todos desarrollando síntomas. Por eso se dice que la electropolución es la plaga del siglo XXI.


En fin, ¿ven como no les engañaba cuando calificaba estos artículos como relatos de terror? Un terror irracional, basado en la ignorancia, pero terror, al fin y al cabo. Y tan grave que, en una especie de bucle, puede llegar a producir esa enfermedad real sobre la que supuestamente nos está advirtiendo, y cuya causa son artículos de este tipo.

En fin, como se pueden imaginar, desde el Círculo Escéptico ya hemos enviado una carta al periódico protestando por este ejemplo de mala información periodística, y por supuesto invitamos a quien lo desee a enviar la suya. Al fin y al cabo, en este caso no nos encontramos solamente ante la típica magufada periodística, la habitual historieta sobre Nessie o el Yeti, sino ante algo mucho más grave: la irresponsabilidad que supone fomentar un miedo que puede hacer que las personas más susceptibles lleguen a enfermar... de miedo.